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28 sept 2009

Diario El Mundo: Los últimos mandeos

El siguiente artículo ha sido escrito por la periodista Mónica G. Prieto y fue publicado por el diario El Mundo el 17 de Marzo del año 2003.
La reportera conoce de primera mano la situación de este grupo gnóstico y redacta una noticia clarificadora:



Cien mil adeptos a esta religión agnóstica y ancestral, la más antigua del mundo, residen en el territorio de Irak / El presidente Sadam Husein les prometió hace dos años la construcción de su mayor lugar de culto en Bagdad

En la modesta almanda de Bagdad, el principal lugar de culto de la secta mandea en todo mundo, huele a incienso y a azúcar. El ambiente es festivo y tranquilo, a pesar de la paranoia bélica que se vive en la capital iraquí desde que, hace demasiado tiempo, los tambores de guerra fueran golpeados con fuerza por Washington.

Los adeptos mandeos, vestidos con bíblicas túnicas blancas y ocres, comienzan el ritual de la purificación en un ambiente místico. Se va a celebrar una boda, una sencilla pero larga ceremonia de tintes ancestrales.

La existencia del mayor núcleo de mandeos de todo el mundo es otra de las grandes contradicciones que se viven en Irak. Se trata de la religión más antigua del mundo, que mezcla ritos babilónicos, preislámicos, persas, egipcios y cristianos. La lengua en la que están escritos sus libros y en la que se ofician las ceremonias es el arameo, la misma que hablaba Jesucristo, y la figura más representativa de los mandeos es San Juan Bautista, aunque su devoción a éste provenga del contacto de la secta con los hebreos.

Perseguidos durante siglos, los adeptos mandeos (palabra que en la lengua aramea, significa sabio) conforman la última sociedad gnóstica del mundo. Su fuerte simplicidad religiosa es maniqueísta: ven el universo dominado por dos fuerzas, el mundo de la luz, situado en el norte, y el mundo de las tinieblas, en el sur.Según sus creencias, la lucha entre ambas produjo el planeta.El mundo de la luz ganó el alma, pero las tinieblas crearon al hombre.

«Sadam Husein fue el primero en traducir nuestro libro sagrado, el Kinza Raba, al árabe», explica Ala Dijlekamar, un iraquí responsable de las relaciones públicas de la secta. «El 10 de febrero de 2001 le fue regalado el primer ejemplar, y a cambio nos prometió la construcción de una inmensa almanda en Bagdad, un regalo que aún no nos ha podido hacer por la actual situación», explica atribulado. Porque el presidente de Irak, un país oficialmente laico que, desde la Guerra del Golfo, se ha islamizado con el objetivo de aglutinar a la población y de suscitar las simpatías de las poblaciones árabes del entorno, sabe ganarse las simpatías de las minorías con fines políticos. «Irak es el país con más comunidades religiosas del mundo, y nos sentimos orgullosos de convivir con ellas», continúa Dijlekamar.

En la antigua Mesopotamia queda el reducto más importante de los mandeos. De los 150.000 que hay en todo el mundo, 100.000 han encontrado lugar en Irak. «Esta es la tierra madre de los mandeos, y rechazamos cualquier otra», explica el representante de la secta.

Los domingos son días de bodas y bautismos, y la almanda de Bagdad se queda pequeña para tanta ceremonia. Ayer, un centenar de personas celebraban algo especial: la unión entre Sahah Alzeheti, un australiano de 20 años llegado a Bagdad para la ocasión, y Sands Asaad, una iraquí de 19 que hace apenas una semana conoció a su prometido.

La ceremonia comienza con un ritual de purificación donde los hombres, ataviados con túnicas blancas, escuchan serios y cabizbajos las palabras de Satar Jabar Hilu, el arganzebra (líder de la comunidad) mundial de los mandeos. Jabar Hilu deposita con cuidado incienso y frutos secos en piedras cóncavas mientras musita su oración. Alguien confiesa que el rito es tan antiguo que ni él puede traducir lo que dice correctamente. Las ramas de Aas, una rara planta aromática que representa el bien, son fijadas a las frentes de los presentes con el turbante, mientras a escasos metros las mujeres, rodeando a la novia, ríen desenfadadas.

Tras ello, la novia es honrada con caramelos de colores, velas, monedas e incienso ante una túnica blanquísima extendida. Mientras, el novio será sometido a una nueva ceremonia en la que el agua y una suerte de pan sin levadura, cocido como hace miles de años, le consignarán a su nueva compañera. La novia comerá del mismo pan, lo que la unirá a él para siempre. Una vez preparados para el matrimonio por separado, cada uno es colocado a un lado de la túnica, cabeza contra cabeza, hasta que el arganzebra les golpee tres veces, con considerable fuerza, las bases de sus cráneos.

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